Nos
encontramos desde hace décadas imbuidos en una corriente de alfabetización digital
e informática: aprender a usar el ordenador, la lavadora, el DVD, el Ipad y todos
esos objetos tan útiles para ayudarnos a aprender lo que significa “obsolescencia
programada”.
Y
nos encontramos desde hace décadas otorgando una importancia mínima,
transversal, de slogan, subjetiva y parcial a la alfabetización emocional. Mi
objetivo es hablar un poco de cómo puede fa vorecer la lectura en familia, y en
este caso, con mi afán, la lectura con libro álbum a desarrollar este
aprendizaje. Y unida a esa alfabetización emocional, la literaria y la visual.
Hablar
de Inteligencia Emocional o de Competencia Emocional no es nada nuevo. Hace
años que la Psicología Moderna se encarga de recordarnos que la Inteligencia Intrapersonal
y la Interpersonal (social) es esencial para el conocimiento de nosotros mismos
y nuestra relación con los otros.
Uno
de los mayores agujeros en el sistema educativo actual y en la sociedad en
general es la absoluta falta de educación emocional, gestión de las emociones y
comunicación. Los aspectos afectivos son
lo último. Lo importante es la tabla de los elementos, la tabla del nueve o la
tabla de derivadas. La tabla de los valores y la enseñanza de la vida dependerá
de que nos encontremos o no con un profesor concienciado, maduro emocionalmente
y mínimamente feliz.
¿De
qué manera la lectura en familia y los libros álbum nos ayudan, entonces, no a
tapar esos agujeros, sino a convertirlos en semillero de donde en el futuro
crezcan árboles fuertes?
En primer lugar, la lectura en familia se lleva a cabo partiendo del tiempo compartido, de un momento y un espacio concretos en que padres e hijos se encuentran ante la historia, ante la imagen, ante el juego. Ahí prima la base afectiva de la cara que me mira y expresa, la voz que me cuenta, las manos que me tocan y el pecho que me acoge. Ese principio es la esencia de la seguridad emocional que luego podrá dar paso a un mayor conocimiento y profundidad.
En segundo lugar, el libro. El buen libro: Texto que cuenta, Imagen que cuenta e ilustra. Símbolos, lecturas diferentes, múltiples posibilidades. Dos códigos que no cesan de presentarnos diferentes situaciones emocionales, que no paran de provocarnos sensaciones.
Por
un lado, las imágenes están repletas de información visual y emocional y si se
les enseña a acercarse a ellas desde temprana edad, si aprovechamos la potencia
y la riqueza creativa de los niños para hablar sobre lo que vemos, lo que la
imagen muestra y la historia cuenta, podremos profundizar en los estados de ánimo
de los personajes, la resolución de sus conflictos, su evolución emocional,
etc. Podemos adelantarnos a la historia observando la portada, aprovechar que
aún no saben leer para adentrarnos en la imagen y lo que aporta en cada página
y cómo avanza la historia únicamente observando la ilustración, inventando.
Por
su parte, el texto contado ofrecerá riqueza en cuanto a comunicación verbal: qué
está sucediendo, qué se siente, cómo se expresa, qué vemos, qué pensamos, qué
imaginamos, cómo lo expresamos.
Por
otro lado, la comunicación no verbal: la mirada, expresiones faciales, gestos,
postura corporal, distancia física, contacto, etc., será una fuente básica de
información emocional para los niños, tanto la que se observa en la imagen a
través de las líneas, la composición, el color, etc. como la que mostramos
nosotros al contarle.

Gracias Laura! Me encanta y me quedo con ganas de seguir leyendo más!
ResponderEliminarMariana
profesor JAIRO:
ResponderEliminarque bonito modo de interpretar la lectura en familia, nos da otra idea de como fomentar la lectura desde la casa hasta la escuela.
gracias por los aportes