Este pasado mes de octubre y principios de noviembre lo he
pasado fuera de casa, entre trenes, barcos, guaguas, coches y taxis, hoteles y
amigos. Viajando feliz desde el Festival
Internacional del cuento de Edimburgo hasta Gran Canaria, y de ahí vuelta a
casa, a seguir trabajando en Tenerife.
Podría decir que en lugar de venir de trabajar, vuelvo de un
baile. Recuerdo el cuento de la princesa de los zapatos rotos, que escapaba
cada noche a un mundo subterráneo repleto de espíritus malignos que la tenían
embrujada y la obligaban a bailar cada noche. Ella, aunque hechizada, regresaba
contenta y cansada, con los zapatos rotos.
En este caso, mis espíritus benignos han sido dos grandiosos
compañeros: Wayqui, narrador peruano con el que he contado en Escocia, y David
Campbell, narrador escocés con el que he contado en Gran Canaria. Con ellos he
bailado durante horas y días. Hemos bailado los cuentos del español al inglés y
del inglés al español. Hemos seguido el ritmo, hemos girado, nos hemos pisado,
hemos reído, nos hemos cansado juntos. Hemos compartido nuestro baile con
cientos de orejas y ojos que han venido a escuchar cuentos a dos voces, a dos
lenguas.
Traducir a Wayqui no es nuevo. El año pasado ya compartimos
escenario en Edimburgo. Pero este año nos hemos ido de gira, nos han llevado de
tour por las islas del oeste y hemos conocido público muy variado y visitado
pueblos costeros bellísimos: Bowmore en la isla de Islay, Campbelltown y
Lochgilphead. Estamos tremendamente agradecidos al Scottish Storytelling Centre
por habernos vuelto a invitar este año. Las historias surgían del variado
repertorio de mi compañero según se sintieran en el momento, lo que hacía que
todo transcurriese de un modo cálido y cómodo, a pesar de que algunos cuentos eran
nuevos para mí y dificultaban la traducción. La experiencia ha sido magnífica
de nuevo y estoy deseando repetir.
Traducir a David al español sí que ha sido completamente
nuevo. Sus cuentos, más literarios y poéticos y su ritmo, más pausado, me hacía
preguntarme cómo resultaría contar con él. Contábamos dentro de la programación
de los Cuentos de Miedo de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, junto a mi
compañero grancanario Néstor Bolaños. La sesión no fue exclusiva y específica de David sino que, en esta ocasión, la preparamos a dos manos. Por un lado, él partió de canciones escocesas (a través de las canciones es como suelen contar gran parte de las historias) y yo
extraía la narración y la preparaba; también incluimos sucesos reales que acontecieron en el
sangriento Edimburgo del siglo XVIII y alguna historia tradicional de fantasmas del norte de
Escocia, del repertorio de David.
Lo que compartí con ambos fue similar y fue, insisto, un
baile. Cuando observo las fotos y nos veo haciendo los mismos gestos a la vez,
me doy cuenta de lo que importa estar muy presente en la historia que estás
traduciendo para que no se pierda nunca el ritmo. La historia es una aunque
nosotros seamos dos, las lenguas son dos aunque la historia sea una, y cada uno
cuenta a su manera. No traduzco exactamente lo que dicen, la historia pasa por
mi filtro como narradora y se impregna de mi estilo, de mis formas, de mi
vocabulario. Aprendí a respetar sus tiempos, los tiempos del cuento y también a
pisarles si hacía falta en algún momento si la historia lo pedía. Durante una persecución
o describiendo un crimen, las palabras iban casi a la vez, corrían y se
deslizaban en las dos lenguas hacia los oídos del público. En los momentos
calmos o descriptivos todo se frenaba y cada uno se tomaba su tiempo.
Las críticas recibidas en ambos lugares han sido muy
positivas y le cogí tanto el gusto a esto de traducir que el pasado viernes,
cuando tuve que contar cuentos para adultos yo sola me sentí… bailando sola. Y
bailar de lejos no es bailar. Me encantó bailar pegados. Gracias Wayqui, gracias
David.
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