lunes, 6 de noviembre de 2017

Bailar pegados es bailar, o la experiencia de traducir del español al inglés y vuelta.

Este pasado mes de octubre y principios de noviembre lo he pasado fuera de casa, entre trenes, barcos, guaguas, coches y taxis, hoteles y amigos. Viajando feliz desde el  Festival Internacional del cuento de Edimburgo hasta Gran Canaria, y de ahí vuelta a casa, a seguir trabajando en Tenerife.  

Podría decir que en lugar de venir de trabajar, vuelvo de un baile. Recuerdo el cuento de la princesa de los zapatos rotos, que escapaba cada noche a un mundo subterráneo repleto de espíritus malignos que la tenían embrujada y la obligaban a bailar cada noche. Ella, aunque hechizada, regresaba contenta y cansada, con los zapatos rotos.

En este caso, mis espíritus benignos han sido dos grandiosos compañeros: Wayqui, narrador peruano con el que he contado en Escocia, y David Campbell, narrador escocés con el que he contado en Gran Canaria. Con ellos he bailado durante horas y días. Hemos bailado los cuentos del español al inglés y del inglés al español. Hemos seguido el ritmo, hemos girado, nos hemos pisado, hemos reído, nos hemos cansado juntos. Hemos compartido nuestro baile con cientos de orejas y ojos que han venido a escuchar cuentos a dos voces, a dos lenguas.

Traducir a Wayqui no es nuevo. El año pasado ya compartimos escenario en Edimburgo. Pero este año nos hemos ido de gira, nos han llevado de tour por las islas del oeste y hemos conocido público muy variado y visitado pueblos costeros bellísimos: Bowmore en la isla de Islay, Campbelltown y Lochgilphead. Estamos tremendamente agradecidos al Scottish Storytelling Centre por habernos vuelto a invitar este año. Las historias surgían del variado repertorio de mi compañero según se sintieran en el momento, lo que hacía que todo transcurriese de un modo cálido y cómodo, a pesar de que algunos cuentos eran nuevos para mí y dificultaban la traducción. La experiencia ha sido magnífica de nuevo y estoy deseando repetir.
Traducir a David al español sí que ha sido completamente nuevo. Sus cuentos, más literarios y poéticos y su ritmo, más pausado, me hacía preguntarme cómo resultaría contar con él. Contábamos dentro de la programación de los Cuentos de Miedo de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, junto a mi compañero grancanario Néstor Bolaños. La sesión no fue exclusiva y específica de David sino que, en esta ocasión, la preparamos a dos manos. Por un lado, él partió de canciones escocesas (a través de las canciones es como suelen contar gran parte de las historias) y yo extraía la narración y la preparaba; también incluimos sucesos reales que acontecieron en el sangriento Edimburgo del siglo XVIII y alguna historia tradicional de fantasmas del norte de Escocia, del repertorio de David.


Lo que compartí con ambos fue similar y fue, insisto, un baile. Cuando observo las fotos y nos veo haciendo los mismos gestos a la vez, me doy cuenta de lo que importa estar muy presente en la historia que estás traduciendo para que no se pierda nunca el ritmo. La historia es una aunque nosotros seamos dos, las lenguas son dos aunque la historia sea una, y cada uno cuenta a su manera. No traduzco exactamente lo que dicen, la historia pasa por mi filtro como narradora y se impregna de mi estilo, de mis formas, de mi vocabulario. Aprendí a respetar sus tiempos, los tiempos del cuento y también a pisarles si hacía falta en algún momento si la historia lo pedía. Durante una persecución o describiendo un crimen, las palabras iban casi a la vez, corrían y se deslizaban en las dos lenguas hacia los oídos del público. En los momentos calmos o descriptivos todo se frenaba y cada uno se tomaba su tiempo. 

Las críticas recibidas en ambos lugares han sido muy positivas y le cogí tanto el gusto a esto de traducir que el pasado viernes, cuando tuve que contar cuentos para adultos yo sola me sentí… bailando sola. Y bailar de lejos no es bailar. Me encantó bailar pegados. Gracias Wayqui, gracias David. 

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