sábado, 2 de marzo de 2019

Lecturas de principios de año

El año ha arrancado con un buen puñado de lecturas interesantes y quiero compartirlas con ustedes.

Empiezo por la narrativa, luego narrativa breve y termino con poesía.

Comencé con dos de la editorial Blackie Books.


Los asquerosos, de Lorenzo Santiago.

No conocía a este autor y ha sido un descubrimiento importante. El libro es una oda a la libertad, a la vida rural, a la soledad y el disfrute de lo más sencillo. Está contado en primera persona por el tío de Manuel con un vocabulario y unas estructuras tremendamente diferentes a lo que estoy acostumbrada a leer. El humor, el léxico rebuscado o inventado, el drama que leí a carcajadas ha sido completamente disfrutado.
La historia de Manuel es la de un hombre que debe huir a una aldea abandonada y rehacer su vida allí. Léanlo, léanlo.

Cosas que los nietos deberían saber, de Mark Everett.

Mark es el líder del grupo EELS. Un músico que escribe un libro contando su dramática vida. Podría hacer un spoiler del estilo "al final mueren todos" porque vamos superando, con él, de muerte en muerte, todas las etapas de la vida de un hombre que fue salvado por la música, una y otra vez. No me pareció especialmente bien escrito (o traducido, una ya nunca sabe), pero lo que cuenta es tan interesante y repleto de su música (sería estupendo ir oyendo los temas conforme los va nombrando) que merece la pena leerlo.

Ordesa, de Manuel Vilas, editado por Alfaguara.

No conocía a Manuel, pero después de esta lectura he comprado su poesía completa y estoy en la búsqueda de todos sus otros libros. Ha sido lo mejor que he leído en mucho tiempo. Un libro personal, crudo, que gira todo el tiempo, capítulo arriba y abajo en torno a los mismos preceptos: la pérdida, la soledad, el desgarro, la culpa, el esfuerzo de vivir en esta España y en esta clase social. Ha sido una lectura estremecedora y ávida. Léanlo.

De narrativa breve les traigo dos lecturas divertidísimas:


El río que se secaba los jueves (y otros cuentos imposibles), de Víctor González con ilustraciones de Pablo Amargo, editado por Kalandraka.

Un libro de cuentos breves escritos con sentido del humor y del absurdo, brillantes, repletos de ingenio. Las ilustraciones de Pablo Amargo contrastan y complementan generando una poética visual que facilita que nos detengamos cuento por cuento buscando ese otro sentido o ese otro sinsentido de cada historia.

Mínimamente, de Javier Rodríguez, editado por Del medio ediciones.

Mínimamente es un libro parido desde el juego creativo y el divertimento. Es fresco, ligero pero contundente, directo. En él se nos presentan las "tontadas", juegos y propuestas desde el humor para dar una vuelta al día a día. Es un libro con citas que nadie pronunció, décimas cotidianas, cuentos, leyes universales... un buen variadito para despertar la risa.

Poesía:

Estas dos ediciones bilingües de Nórdica Libros, ilustradas por Kike de la Rubia:

El viento comenzó a mecer la hierba, de Emily Dickinson y Saltaré sobre el fuego, de Wistava Szymborska.

Emily Dickinson

Son dos delicias. Ambas poetas (sobre todo Wistawa Szymborska) son absolutamente necesarias, pero estas selecciones de poemas en ediciones ilustradas a toque de acuarela son un regalo. Disfruten de estas dos maravillosas mujeres.

Y para terminar estos dos descubrimientos:


Todos los animales muertos en la carretera, de Javier Hernando Herráez editado por Pre-textos y Asimetría, de Adam Zagajewski, editado por Acantilado.

Creo que el mejor modo de reseñar poesía es este:

"Se me ha caído, en la leñera,
una cerrilla, en una grieta, entre dos tablas.
Abajo, el suelo,
está alfombrado de hojas secas y mil pies.
Aquí me quedo, esperando, para arder."
(Javier Hernando)

ACERCA DE MI MADRE

Acerca de mi madre no sabría decir nada,
cómo repetía vas a lamentarlo
cuando ya no esté, y yo no creía
ni en ya ni en no esté,
cómo me gustaba mirarla leyendo una novela de moda,
yendo directamente al último capítulo,
cómo en la cocina, donde pensaba que no era un lugar
adecuado para mí, preparaba el café del domingo,
o, lo que era aún peor, un filete de bacalao,
cómo esperaba a que llegaran los invitados y se miraba
al espejo, haciendo aquella cara que la protegía tan bien
de mirarse cómo era ella realmente (por lo que parece, eso
lo cogí de ella, igual que otras debilidades),
cómo hablaba con soltura de las cosas
que no eran su fuerte, y cómo tontamente
la hacía rabiar, como aquel día que se comparó
con Beethoven, al perder el oído,
y yo le dije, cruel, pero sabes, él
tenía talento, y cómo me lo perdonaba todo
y cómo lo recuerdo todo, y cómo volé de Houston
a su entierro y no supe decir nada,
y sigo sin saberlo.
(Adam Zagajewski)

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