Cogí los trozos de realidad que me había tirado y empecé a amasarlos lentamente con las manos. La mujer se me quedó mirando con los ojos como platos. Por lo visto no se había enterado de que la realidad que me echaba encima era modelable como la arcilla y que, como a la arcilla, había que humedecerla con un poco de imaginación.
Así pues, amasé aquellos trozos de realidad y los convertí en un unicornio volador.
(Isabelle Jan)
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