Imagen: María Pascual
La literatura está viva y respira en las calles, en los que
leen y escriben, en los que cuentan, en los que recuerdan lo que les han
contado o lo que han leído. En librerías, teatros, bibliotecas, cines. Y, gracias
al proyecto ATRAPALABRAS, en cualquier lugar. Donde menos te lo esperes puedes
encontrar una postal con cuento. Con un pequeño cuento y una ilustración. Uno
diferente cada mes.
ATRAPALABRAS es ideado y sostenido por Légolas Colectivo Escénico, una pareja de narradores y amantes de
la literatura que cada mes invitan a una pareja para que escriba e ilustre una
postal.
El pasado mes de febrero tuve la suerte de escribir un pequeño texto para una de estas
postales viajeras. El texto es una anécdota que mi abuela me contó hace muchos
años, algo que pasó a muchas abuelas y madres en su tiempo. Cuando Légolas me
pidieron un texto, no dudé. Mi abuela me contó pocas cosas de su infancia y la
echo muchísimo de menos, de modo que esta postal ha sido una manera especial de
tenerla cerca.
El texto fue ilustrado por María Pascual, que ya había
puesto color y forma a mis palabras hace unos meses en un texto sobre mi hermana que publicamos en
la Revista La Leche.
Cuando vi la ilustración que había creado me quedé
fascinada. Ella es de Madrid y la ilustración estaba llena de referencias a la
ropa canaria de las magas o campesinas. Le he preguntado por su proceso de creación
y esto es lo que me ha respondido:
Al leer el relato de
Laura, de nuevo añoré a mi abuela y recordé lo que disfrutaba escuchando las
historias que me contaba sobre su niñez. Desde que murió, me dedico a apadrinar
abuelos ajenos. También había un lavadero en la aldea en la que nacieron y vivieron
mis abuelos hasta que se casaron. Imaginé el bullicio de las mujeres hablando
mientras frotaban enérgicamente sus pilas de ropa hasta dejarlas bien limpias.
Pensé en la guerra civil, en las guerras que hoy siguen destrozando vidas y en
lo diferente que es la infancia de estos niños a los que les toca asumir
responsabilidades de adultos, ya desde muy pequeños. Pensé en la imitación de
los roles de los adultos que llena los juegos de los niños y en la diferencia
entre jugar a las muñecas y hacer realmente de padres de una saga de hermanos.
Busqué muñecas antiguas de esas que hoy nos dan bastante yuyu y me detuve en
las de cartón. Empecé a visualizar niñas articulables de cartón y eslogans
absurdos proclamando las bondades de estas piezas económicas, sencillas,
resistentes, ¡tan, tan apañadas! Recordé los recortables que guardaba mi abuela
con los que yo jugué de pequeña y las revistas que tenía llenas de patrones y
modelos. Me pregunté cómo sería la abuela de Laura y empecé a recopilar fotos
de niñas canarias de entonces. Me fascinaron las capas y capas de ropa
tradicional de los campesinos y los nombres de las prendas, como las palabras
nuevas que se aprenden con los relatos sonoros de los abuelos. Entre
niñas-muñecas-mujercitas recortables, pañales y patrones de costura, salió esta
tarjeta de papel.
En fin, ha sido una bonita experiencia. Ahora tengo 100
postales preparadas para ser repartidas y escondidas, para viajar y buscar
lectores. María tiene otras 100. Si encuentras una, puedes comentar lo que quieras
en proyectoatrapalabras.blogspot.com
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