domingo, 3 de febrero de 2013

Creer o no creer


Hada. Ilustración de Leticia Zamora

Creer o no creer. No es esa la cuestión. La cuestión es venderse al imaginario, rendirse ante la palabra. Sin embargo, para un niño pequeño, la diferencia entre creer y no creer es una gran cuestión.

Soy poco dada a contar cuentos cuyos protagonistas son hadas o duendes. Sin embargo, un día mostré en una sesión un libro desplegable donde, en un bosque, se mostraban distintos tipos de hadas y los variados lugares en que podían habitar. Repartí un poco de polvo de hadas que ellas me habían regalado en una visita mía y les recordé la historia de Peter Pan, en que las hadas podían vivir si los niños creían en ellas.

Al finalizar la sesión, se me acercó una niña pequeña y me preguntó: ¿las hadas existen de verdad? Yo le respondí: ¿tú quieres que existan? Ella me dijo que sí. Entonces, existen.

A muchos niños es preciso explicar en ocasiones que los cuentos son una puerta abierta a la imaginación. Que si son verdad o no, solo sus protagonistas lo saben. Que ni los que contamos tenemos idea de eso, ni nos importa. Cuando preguntan “¿Eso sucedió en verdad?” les respondo que ésa es una pregunta que no necesita respuesta o que, en todo caso, yo no puedo darles.

¿Forma parte del ritual de escuchar un cuento plantearse esa duda? ¿Únicamente sucede cuando somos pequeños y tratamos de definir dónde acaba la realidad y comienza la invención?

Los pequeños necesitan construir el sentido de un mundo lleno de estímulos que deben comprender, ordenar, diferenciar. Los cuentos cumplen en ello un papel esencial. Les confunden y les aclaran, les arman y les desarman, deviniendo en cierta lucha entre racionalidad y emoción.

Los poetas griegos creaban sus propios mitos e, incluso Sócrates, al finalizar un mito que inventó en el  Fedón, confesó:

No puedo sostener que las cosas sean exactamente como las he expuesto, pero, en todo caso, es un “hermoso riesgo” creerlo.

No es pertinente plantearse la cuestión de la verdad de los mitos. Ni de los cuentos.

En la película “La vida de Pi”, absolutamente recomendable y necesaria, se hace referencia a esta idea: ¿Qué historia eliges creer?

2 comentarios:

  1. Preciosa reflexión. En parte yo si creo en las hadas, ellas pueden ser sentimientos o quizás esa sensación que tenemos cuando vemos o sentimos algo extraordinario y mágico. Me encanta tu blog!!

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  2. Es curioso, ¿verdad? Cómo los niños suelen mostrar esa ansiedad por saber si lo que les cuentan "es de verdad", mientras que los adultos, por lo general, y cuando entramos en el terreno de lo fantástico, se limitan a escuchar... no sé, quizás con cierta complacencia, como dando por hecho que, por supuesto, "es de mentira", pero que, muy sabios nosotros, tenemos que leerlo en el plano de la metáfora. Porque, al fin y al cabo, ¡una interpretación real hay que darle! Es como si no fuéramos tan distintos, como si a todos nos preocupara mucho, mucho, mucho "lo real". Me supera esa cuestión. Por más vueltas que le doy, no encuentro el enfoque para abordar el tema de la distinción entre realidad y... ¿ficción?, ¿fantasía?, ¿mentira?

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