jueves, 15 de marzo de 2012

En un banco del parque


Me senté en un banco del parque, el único que quedaba libre a la sombra. Bueno, no estaba libre del todo: en el otro extremo se encontraba un niño de unos diez años sentado con las piernas cruzadas sobre el banco, el pelo largo enmarañado cubriéndole la cara y todo el cuerpo volcado sobre el libro que estaba leyendo, que identifiqué rápidamente como La historia Interminable por el texto en color verde. Agradecí internamente que no estuviera leyendo a Gerónimo Stilton y saqué del bolso el libro que me tiene en vilo aún: El misterio del cuarto amarillo.

Le miré largamente con gran interés pero con prudencia. No suelo encontrar castillos construidos en mitad del parque ni caballos, lobos, princesas o tortugas gigantes, así que respeté su refugio y erigí el mío propio, cruzando las piernas sobre el banco y abriendo mi libro.

Cualquiera que nos hubiera visto desde fuera podría haber pensado que se trataba de una campaña de promoción lectora, como aquella en la que se decía que si los padres leen los niños también lo harán. Podría ser su madre, pensé. Me pregunté dónde estaría la suya, si andaría por el parque, si leería.

Al poco rato noté que me miraba y levanté la vista. Le hizo gracia que estuviéramos los dos en la misma posición.

- Te estoy imitando- le dije.

- Pero no estás leyendo lo mismo que yo

- No

- ¿Qué libro es?

- El misterio del cuarto amarillo

- ¿Es de asesinatos?

- Sí, hay un asesinato en un cuarto pintado de amarillo. Tratan de matar a una chica que se había encerrado allí por dentro. Ella grita pidiendo socorro y cuando tiran la puerta abajo para salvarla, la encuentran herida, pero el asesino no está por ninguna parte, y no ha podido salir por la ventana porque está plagada de barrotes, ni por la puerta, porque estaba vigilada por los familiares que intentaban entrar para socorrerla.

- Seguro que está debajo de la cama

- Sí, puede ser, como todavía no llevo mucho leído no sé qué pasará. Cuando lo sepa, te lo cuento.

- No importa, puedo leérmelo –miró hacia mi libro con curiosidad, torciendo el gesto y arrugando un poco la nariz- Pero primero tengo que terminar el mío.

Cerró el libro para que pudiera ver el título que ya conocía. Asentí.

- Me encanta esa historia. ¿Te parece interminable?

- Es un poco largo el libro, pero ojalá sea interminable, porque cuando un libro me gusta no quiero que se acabe.

- Disfrútalo mucho

-

Y volvió a bajar la vista al libro. Noté cómo temblaba el suelo y se levantaba de nuevo a su alrededor el maravilloso mundo de Fantasía, y no pude menos que sonreír divertida. Eso sí, continué estudiando el caso. De hecho, aún estoy en ello. Maldita sea, ese estúpido del tío Jacques seguro que es cómplice. Los mayordomos. Siempre los mayordomos.

3 comentarios: