lunes, 10 de diciembre de 2012

Contar y punto


Hace tiempo que vengo encontrándome con mucha gente que se dedica a contar cuentos de manera más o menos profesional, es decir: salen de sus casas, de sus trabajos ordinarios, de sus aulas de colegio o instituto y se ponen tras un micro en un bar, se suben en un escenario o son programados en una biblioteca o librería ante un público infantil o adulto para contar historias.

Y hace tiempo que vengo encontrándome, porque es un tema viejo y caldeado, con gente que cree que los cuentos solo sirven para transferir un mensaje, enseñar algo, transmitir una verdad única o enseñarnos a vivir. Y los cuentan con ese gran propósito: ser conducto de esa verdad fehaciente. Si los cuentos no tienen moraleja, si no están cubiertos de enseñanza, si no son didácticos, no sirven, no cuentan.

Y una cosa no tiene que ver con la otra. Obviamente, son muchos los cuentos que nos transmiten valores o pueden despertar en nosotros ideas o mensajes que nos ayuden en el camino. Sin embargo, el espacio del narrador, el papel del que cuenta, no es, en mi opinión, ser el transmisor esencial de una verdad única, ni un repartidor de moralidad. El narrador cuenta, y su papel es entregarse a la palabra, a la sencillez y lo esencial de la comunicación cercana y afectiva entre las historias y los que las escuchan.

Hay  contadores que no se plantean narrar cuentos sin que tengan un mensaje final del que los niños aprendan o del que los adultos puedan sacar en claro alguna idea que les ayude a resolver sus conflictos, y así lo explican antes o después de cada cuento. Y me pone los pelos de punta el hecho de que se usen los cuentos para FAVORECER LA IGUALDAD, para LA NO VIOLENCIA, para SUBIR LA AUTOESTIMA, para, para, para.

Para.

Los cuentos no son recetas, no vienen con un prospecto con condiciones de uso. Lo que se cuenta es recibido por cada oyente de forma distinta. Alguien no  olvidará en su vida una historia por lo mucho que significó para él mientras a otro le pasará totalmente desapercibida.

¿Soy maestro, educador social, padre o madre... y quiero usar los cuentos para tratar tal o cual tema? Respetable. Comprensible. Perfectamente válido. ¿Soy narrador y cuento únicamente cuentos con moraleja y explicación didáctica? No, por favor. No tenemos que estar educando todo el tiempo, por mucho que los cuentos favorezcan el crecimiento y tengan tanto que ver con la educación emocional, intelectual y demás. 

Las moralejas, en las fábulas, en algunas historias con cariz cómico y siempre alternando con “cuentos y punto”. Me declaro defensora de los “Cuentos y punto”. Yo cuento, y el que quiera extraer algún mensaje que le sirva de ayuda o aprendizaje, estupendo. Si se educa, que sea de pasada, no como objetivo de la narración. Mi propósito es compartir, expresar, despertar cosas, sorprender. 

Contar y punto. 

11 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, el se didáctico constantemente conduce al aburrimiento y a la futilidad de lo transmitido. Es cierto que los cuentos tradicionales nacen y se conservan como una forma de transmitir conocimientos, pero la mayoría de las veces son a través del simbolismo que cada uno debe interpretar, de acuerdo con su imaginario. Pero me he quedado con ganas de que continuaras con lo que significa para ti contar cuentos, cuales son las razones personales y profesionales, ese “y punto” me parece muy abrupto. Quiero más.

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  2. Claro, habrá más, habrá de sobra!! jajaja

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  3. Amen, amen, amen. Suscribo absolutamente cada palabra. Es un tema que a mí también me trae de cabeza y al que le sigo dando vueltas. Me incordia muchísimo el matiz utilitarista del arte. Como si necesitáramos razones más "elevadas", más "importantes" que el propio arte para disfrutarlo. Pero claro, lo cierto es que, se quiera o no, la literatura (vamos a concretar, ya que estamos hablando de ello) viene siempre cargada de moralidad. Quiero decir, que inevitablemente transmite valores (los que sean; e incluso si no se perciben, están). Coño, si ya lo decía Horacio con su prodesse y delectare. Aaaah... pero una cosa es eso, que ese aspecto más finalista de del cuento sea consecuencia del propio carácter literario del mismo, y otra muy distinta es convertir el cuento en un mero instrumento transmisor de ideas, de valores, de enseñanzas. ¿Que puede ser una estrategia válida en según qué contextos? Aham... de acuerdo. Pero entonces ya no estamos hablando de literatura, de narración oral ni de nada que se le parezca. Es otra cosa. Ahí está la madre del cordero, creo yo: en aprender a llamar a las cosas por su nombre. El narrador-tipo que comentas, que se circunscribe a la moraleja y al "para algo", no es, según lo veo, narrador oral, no es cuentista.

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  4. Exactamente, Kyra. Ahí está la madre del cordero. ¿Qué pretendemos cuando contamos, transmitir esas enseñanzas independientemente del carácter literario, del goce estético y demás o centrarnos en esto último?
    Si el narrador utiliza el cuento como instrumento (insisto en diferenciar al narrador del maestro o educador que lo usa con ese fin), ya no está contando un cuento. Es exactamente lo que dices.
    Gracias por enriquecer siempre lo que vomito por estos lares, chica. Así da gusto opinar.
    Abrazos

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  5. Hola Laura. Qué bien! Mira, totalmente de acuerdo. Lo importante sería diferenciar para qué se cuenta. Pienso yo. Yo lo llamo el contar gratuito, igual que cuando se lee a otros, lectura gratuita, sin pedir nada a cambio solo el goce de escuchar, solo el deleite de dejarse seducir por la palabra.

    Los maestros tambien hacemos esta clase de ejercicios de contar y punto. No hay que separar el narrador del maestro que en muchas ocasiones asume ese rol de contar y encantar a sus estudiantes con la palabra sin pedir del texto nada a cambio.

    Sigue, sigue escribiendo que lo haces muy bien!

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  6. Yolanda, muchas gracias. Tienes toda la razón con que no hay por qué separar al narrador del maestro. La cuestión es que el maestro tiene todo el derecho a cumplir la función del narrador también, pero el narrador no tiene por qué cumplir la función del maestro.
    Un abrazo enorme, y de verdad muchas gracias por opinar y compartirlo!!

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  7. Hola Laura, primero darte las gracias por tocar este tema (que es una lucha constante, oiga). Quería añadir un par de datos a lo que dices.
    Primero. Todos los cuentos llevan implícitos valores (y moralejas), no hay ningún cuento que no diga nada. Otra cosa es que al terminar de contar queramos sacarlas a la luz (como hacían con las moralejas siglos atrás) porque pensemos que los escuchadores son tontos o incapaces de entender el cuento o lo que el cuento quiere decir. Opino como tú: hay que contar y dejar que sean los escuchadores los que lleguen a sus propias conclusiones (ya sean niños, jóvenes o adultos). La propia elección del cuento (y de la variante del cuento) que hacemos ya dice mucho de nuestra forma de pensar y de los valores que queremos transmitir (implícita o explícitamente) al contar ese cuento.
    Segundo. Que los cuentos transmiten valores ya se sabe hace siglos, como lo demuestra el adagio clásico que dice que "el cuento educa deleitando", contiene pues, entre muchos otros elementos, estos dos: el de educar (valores y conocimientos) y entretener (emocionar, divertir, encandilar). Estos dos aspectos inherentes al cuento deben estar en perfecto equilibrio, porque si sólo entretiene el cuento puede devenir en humorada, chiste, chascarrillo, y si solo educa es una lección magistral, un panfleto, una clase. Por eso muchos de los "cuentos en valores" tan de moda hoy en día no son cuentos, son panfletos, y por tanto, no interesan un ápice a los escuchadores.
    Abrazos Laura. Y lo dicho, gracias por el post.
    Pep

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  8. Muy de acuerdo Laura con lo que escribes. Yo añadiría que, en la narración oral, no son los cuentos los que transmiten nada, sino quien los cuenta, ya que contamos, o deberíamos contar, desde nuestra visión del mundo, de las relaciones, y eso va implícito en nuestras palabras, actitudes, comentarios... Nos preocupamos mucho de los cuentos, pero no de los narradores.

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  9. Querida Laura:
    Felicidades por escribir con esa claridad. No sé contar cuentos, pero estoy de acuerdo con el papel que atribuyes a los cuentos y las personas que los cuentan. Una de mis abuelas, cuando nos contaba un cuento en invierno, en el rincón más caliente de la cocina siempre recitaba la formulilla de finalización que tanto nos gustaba: “Cuento contau por a chaminera s´ascapau y o que no levante o culo, se le quedará apolillau”. “Apolilladas” deben estar algunas mentes que buscan cualquier pretexto para adoctrinar, usando cualquier estrategia, incluido el hecho de contar cuentos. Un abrazo, salud y buena suerte. Mariano Coronas

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  10. Un buen post y una buena reflexión que da que pensar. Yo ante esto siempre lo explico de una manera ¿que quieres utilizar el cuento para trabajar esos valores que, a tu parecer, transmite el cuento? Pues perfecto, lo estarás utilizando como una herramienta. Para mí es completamente válido y de hecho es algo que me gusta hacer. Pero tanto yo como el "público" (en este caso no será como tal) saben que el objetivo es trabajar el valor, los temas sociales.
    Por otra parte, si lo que haces es contar y punto (como bien dices) tu objetivo es eso, contar historias, hacer disfrutar y entretener a otros con estas. Entonces has de olvidarte de los valores o lo que a ti te transmite, solo has de darle importancia a la historia en si misma y como la cuentas, porque ese es tu objetivo.
    Y también, personalmente, odio que me destripen los cuentos y no me dejen sacar mis propias conclusiones (a no ser que tenga coherencia dentro de la propia historia y sigan dejando algo a la interpretación).

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  11. Qué alegría leer tantas opiniones y qué alegría que estemos de acuerdo en este punto.

    Pep, quería resaltar de tu comentario la importancia del equilibrio. Has puesto palabras a lo que yo necesitaba transmitir: la media entre entretenimiento-diversión y enseñanza de valores o conocimientos. Que no sea una clase ni un panfleto. Justo eso.
    Gracias a ti por tus aportaciones. Abrazos!

    Hola Jose Mari! Pues no sé, creo que la elección de los cuentos ya dice mucho sobre qué tipo de narrador eres y cómo te tomas lo que cuentas. La filosofía que sigues, de alguna manera, para contar y transmitir. El cuento cuenta tanto como el contador. Es un equilibrio también. Si el narrador no tiene en cuenta la importancia de los cuentos que escoge, no sirve de nada, y si la tiene en cuenta pero los cuenta desde una actitud errónea, tampoco.
    Pero entiendo que te refieres a la actitud, comentarios o disposición independientemente del cuento, lo que transmite el narrador y la importancia que eso tiene, no?
    En fin, muchas gracias!! Abrazos!!

    Mariano, qué alegría tenerte por aquí! Totalmente de acuerdo contigo, sobre todo con el hecho de que haya algunas personas que se crean con la autoridad moral como para vender verdades absolutas y valores con trascendencia de cartón utilizando la narración.
    Un besote!!

    Hola Israel, gracias. Totalmente de acuerdo contigo. Yo detesto que alguien en lugar de contarme un cuento me dé lecciones de vida. En ocasiones los cantautores lo hacen, conozco a algunos que, entre canción y canción, se empeñan en transmitirnos lo que han aprendido, lo que saben de la vida, y te instan a que hagas lo mismo que ellos, te venden su sabiduría de panfleto, obligatoriamente. Es lo mismo. Señor, póngase a cantar y deje de darme lecciones, que,con un poco de suerte, extraeré lo que usted haya aprendido o querido decir desde sus letras y sus melodías.
    En fin, no es una cuestión de arrogancia o de pensar que uno ya lo sabe todo y no necesita que le den lecciones. Se trata de que usted no está ahí para eso, ni yo le he otorgado tal autoridad. Cantemos, contemos, compartamos. Y punto. Y seguido. ;)
    Un abrazo!!

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